¿O no, mamá, —espeta Tatito— que si una persona vive más de ocho mil días antes de morirse ya va a tener más de veinte años?
Dicho sin anestesia, como casualmente, desde la puerta que da al patio desde la cocina, y yo limpiando las hornallas, barriendo el piso, pasando el trapo en ese Santo Ambiente Familiar.
Me quedé estupefacta. Le dije que no sabía, que había que sacar la cuenta. Industrioso, se pone a calcular y dice: "porque cada año tiene 365 días, entonces 10 años son..."
Lo ayudo: 3650, digo, casi al mismo tiempo que él, ya que había sacado el cálculo mental él también. Me pregunta entonces si dos veces 3650 era más o menos ocho mil.
Casi me desmayo.